18 de mayo de 2020
El evangelio y la misión ante la violencia intrafamiliar | Reflexionando y Actuando en Comunión
[Reflexionando y Actuando en Comunión es parte de una iniciativa de publicaciones con el propósito de bendecir a la iglesia cristiana. Esto mediante recursos que promuevan la reflexión y práctica bíblica de diferentes aspectos de la vida personal, comunitaria y social.]
Por Juan José Cotto
La iglesia como portadora y proclamadora del evangelio, posee una misión intrínseca a su ser: anunciar todo el consejo de Dios a su feligresía y al mundo. Dentro de este acto "kerigmático" (o anunciador) de la verdad del evangelio, es necesario que iniciemos reconociendo los actos deshumanizantes que el mensaje evangélico procura denunciar y transformar, pero que en ocasiones han ocurrido dentro de los círculos del cristianismo. Esto también es cierto en una de las esferas más trastocadas por la injusticia y el abuso en nuestra sociedad: la familia y sus relaciones.
Los casos de violencia contra la mujer son alarmantes en nuestro país y en la cultura latinoamericana. Cuando miramos al pasado, lamentablemente con pesar y en acto de arrepentimiento, debemos confesar que la misma iglesia en muchos contextos ha sido un ente que encubre y, en el peor de los casos, sustenta actos de violencia contra la mujer y contra la niñez. Esto en contradicción de lo que debe ser su misión y mensaje. La fuente de la proclamación de la iglesia ante estos problemas sociales debe ser la Escritura y de esta, a su vez, su vocación.
Una misión cristoforme
La tradición reformada ha reconocido que la Escritura nos habla del triple ministerio de Jesús: Rey, Profeta y Sacerdote (cp. Apoc. 1.5; Heb. 9.11; Hech. 3.22). A su vez, de esa confesión escritural, se estructura la vocación misional de la iglesia, la cual es una cristoforme ; que tiene la forma y representa la imagen de Cristo. Por tanto, la iglesia está llamada a ser la comunidad y el cuerpo del Jesús crucificado, resucitado y exaltado (1 Cor. 12: 12-27). Es una comunidad proclamadora ya su vez anunciadora de la realeza, el sacerdocio y la vocación profética de Cristo; pero no solo eso, sino que es llamada a participar de los oficios de su Señor mediante actos concretos hacia los demás.
La iglesia es una comunidad llamada a participar de los oficios de su Señor mediante actos concretos hacia los demás.
En consecuencia, ésto nos comprometemos a tomar acción ante situaciones como la violencia intrafamiliar, de las siguientes formas:
Rey: La iglesia como real sacerdocio y nación santa (1 Ped. 2: 9) debe encarnar los valores del reino que fue anunciado e inaugurado por Jesús (por un ejemplo ver el Sermón del Monte). Un reino de justicia, reconciliación, perdón y protección de los más vulnerables. La comunidad de fe, llamada iglesia, debe ser un espacio donde las víctimas de violencia sientan seguridad, protección y cuidado.
Sacerdote: La labor de intercesión de los representantes del Señor, mueve a la iglesia a un ministerio compasivo y sensible ante las víctimas de la violencia. Debemos, como iglesia, orar por las familias, velar por afectados y cuidarles en todo el tiempo (cp. Sant. 5.16; 1 Tes 5.15), en especial las víctimas de violencia.
Profeta: El carácter de denuncia contra el mal, le es imperante a la iglesia (cp. 1 Tim. 3.15), en especial en este tiempo en el cual los casos de violencia doméstica parecen dispararse en escalas no antes vistas. La denuncia de la Escritura, de la violencia es un enemigo deshumanizador producto del pecado (Jer. 22.3), contrario al carácter amoroso de Dios, debe impulsar a la iglesia no solo a señalarlo, sino a instruir y crear mecanismos preventivos debido al impacto que esto tiene en la comunidad de fe y comunidad adyacente a la iglesia (cp. Efe. 5.11).
Una perspectiva teológica de la violencia intrafamiliar
Parte del fundamento que mueve a la iglesia a buscar ser fiel en su misión es tener una comprensión clara de la Escritura y de la violencia intrafamiliar como un pecado; como acto de rebeldía, contrario al deseo de Dios. Cuando vamos a Génesis 1 y 2 vamos a ver el deseo de Dios es que la primera pareja se complemente uno al otro y que hallen felicidad en la felicidad del otro. Tan pronto se revelan contra Dios, comienza como resultado el primer conflicto intrafamiliar que las Escrituras presentan. Adán y Eva son incapaces de preocuparse por el otro y entrar en un juego de culpas y recriminaciones el uno al otro. Es aquí, donde vemos que algo en el interior del ser humano ha sido trastocado y todas sus relaciones serán necesarias.
Son múltiples las consecuencias de la caída. Sobre la relación con Dios, al ser expulsados del huerto del Edén, han sido separados de la Gloria de Dios (Rom. 3:23). Por otro lado, la relación con otros se afecta. Como producto del pecado se anuncia enemistad y deseo de control y dominio del otro (Gén. 3: 16-17). Además, la relación tenemos mismos se afecta desde el interior del hombre, donde provienen los conflictos (cp. Sant. 4: 1-2). Tan pronto seguimos la lectura vemos que se da un asesinato dentro de la primera familia; dos hermanos pelean, Caín mata a Abel (Gén. 4). La lectura continúa entre guerras y violencias.
Más adelante, Dios perdió a Israel y lo escogió para ser su pueblo especial. Los brinda en su Ley, una serie de regulaciones para que puedan vivir de acuerdo a su voluntad en paz, amor y justicia; pero la historia vuelve a decepcionar. Hay violencia y maltrato entre el pueblo (ej. Ez. 9.9; Jer. 22.17). Los seres humanos serán incapaces de cumplir la Ley. Por lo que se anuncia que un ungido vendrá y transformará al ser humano haciendo su corazón de carne y colocando el Espíritu de Dios en su interior (Ezeq. 36). Esto lo veo cumplido en Jesús quien sufrió violencia sobre sí; humillación, improperios, abuso físico y emocionales. Él llevó nuestro pecado y rebelión sobre sí en la Cruz y por medio de su muerte venció al pecado ya la violencia. En unión con Él esa transformación se hace posible y quienes le solicitan por fe y lo que siguen, son empoderados para vivir en rectitud, paz y justicia en medio de una humanidad violenta (comp. Efe. 5.8-9). Aguardando el día en que su Señor regrese y ponga fin a este estado caído y establezca su reino de paz y justica en amor (cp. 2 Ped 3.13; Isa. 60.18).
¿Cómo la iglesia puede atender la violencia intrafamiliar?
Mientras tanto, la iglesia está llamada a ser proactiva ante la realidad de la violencia intrafamiliar. Hay mucho que debemos realizar en miras de atender este mal, que llega a nosotros y podríamos darnos en personas alegadas. Sobre esto, Susana de Cano escribió un artículo donde presenta cuatro acciones que debe hacer la iglesia ante una situación de violencia intrafamiliar [1], escribió son:
Resguardo inmediato de la víctima: El llamado de la iglesia es velar por la vida de los más desprotegidos y vulnerables. La primera meta de la iglesia ante un caso de violencia intrafamiliar es el resguardo de la víctima y el procurador salvar y cuidar la vida de las víctimas.
Confrontación: Parte de la denuncia profética es la confrontación. La iglesia está llamada a confrontar al victimario, responder a reconocer su pecado y sus posibles consecuencias.
Sanidad: “ La gracia de Cristo está tanto para la víctima como para el abusador. Sin embargo, Dios muestra amor y misericordia a la víctima y al abusador de forma diferente. A la víctima, le acompaña en su dolor físico y emocional; al abusador le acompaña en las consecuencias de su pecado, incluso si resulta en el encarcelamiento ". (de Cano)
Acompañamiento: No importa cuanto dure el proceso, la víctima necesitará de la iglesia el acompañamiento necesario en esta situación.
El evangelio lleva a la iglesia a enfrentar con gracia, claridad y justicia las manifestaciones de nuestra naturaleza caída. En ocasiones, en situaciones lamentables como la violencia intrafamiliar. Nuestro compromiso debe ser desde el evangelio, tanto con las víctimas, como con el victimario.
Este escrito es una adaptación de la participación del autor en el foro organizado por la Iglesia Comunión titulada: Violencia en el Hogar- Perspectiva Pastoral y Profesional
El autor (MDiv) es pastor plantador de la Iglesia Comunión, en Caguas, PR. Maestro de vocación y amante de los temas relacionados a la historia y los asuntos sociales. Es parte del equipo pastoral de la Iglesia La Travesía, en San Juan, PR. Casado con Rosselleny y padre de 3 niños.
[1] Susana de Cano, “¿Cómo podemos lidiar con la violencia intrafamiliar en la iglesia?”, Coalición por el Evangelio, 4 de abril de 2020 https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/podemos-lidiar-la- violencia-intrafamiliar-la -iglesia-coalicionresponde /